sábado, 6 de septiembre de 2014



EMILIO SERQUIVE: LA INCLUSIÓN DE LA NOCHE Y LOS CONTENEDORES PROFUNDOS

La acepción del término contenedor alude directamente a lo que sujetan las pinturas de Emilio Seraquive: rastros urbanos de seres despoblados, anónimos, que aparecen aquí con una fortaleza y una portentosa existencia, para convocar al espectador a enfrentarse con él directamente; sin dilaciones, en un duelo que mostrará lo que el hombre no ve, no advierte o por último no quiere admitir: su condición  humana y el hecho de formar parte de un grupo de seres que se depredan entre sí y como carroñeros, consumen sus sobras.

La noche acecha, en ella se pueden cometer los más horrendos crímenes, se abre la piel para advertir lo que contiene. El alma vomita, excreta cabezas, tuberías, seres extraños que confabulan para unirse y convertirse en un todo que no se confunde entre sí, todo lo contrario, es un propósito extendido, una amalgama de miembros que se mueven autónomos e intimidan, porque lejos de la escena que nos presentan, parecen disfrutarla y regodearse con ella.

Contendedores urbanos aluden además a la prisión en la que vive el humano. Véase la serie Claustrofobia, en dónde no sólo los seres se retuercen sino que el mismo espacio se extiende más allá de lo convencional, hacia lo más profundo de nuestros miedos y angustias. Prisión que nos recuerda el Mito de la Caverna de Platón; es decir: lo que vemos es una simple ilusión, sombras de la verdadera realidad que no advertimos por nuestras cadenas y cuando alguien se desprende de ellas, se enceguece al no estar acostumbrado a la luz, que no tiene porqué ser cómoda ni celestial, en tanto es incómoda porque si nuestros reflejos eran grotescos, los son más aún revelados por el pincel del artista.

Wilson R. Castillo T.
CRÍTICO DE ARTE

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