EMILIO SERQUIVE: LA INCLUSIÓN DE LA NOCHE Y
LOS CONTENEDORES PROFUNDOS
La acepción del
término contenedor alude directamente a lo que sujetan las pinturas de Emilio
Seraquive: rastros urbanos de seres despoblados, anónimos, que aparecen aquí
con una fortaleza y una portentosa existencia, para convocar al espectador a
enfrentarse con él directamente; sin dilaciones, en un duelo que mostrará lo
que el hombre no ve, no advierte o por último no quiere admitir: su condición humana y el hecho de formar parte de un grupo
de seres que se depredan entre sí y como carroñeros, consumen sus sobras.
La noche acecha,
en ella se pueden cometer los más horrendos crímenes, se abre la piel para
advertir lo que contiene. El alma vomita, excreta cabezas, tuberías, seres
extraños que confabulan para unirse y convertirse en un todo que no se confunde
entre sí, todo lo contrario, es un propósito extendido, una amalgama de
miembros que se mueven autónomos e intimidan, porque lejos de la escena que nos
presentan, parecen disfrutarla y regodearse con ella.
Contendedores
urbanos aluden además a la prisión en la que vive el humano. Véase la serie
Claustrofobia, en dónde no sólo los seres se retuercen sino que el mismo
espacio se extiende más allá de lo convencional, hacia lo más profundo de
nuestros miedos y angustias. Prisión que nos recuerda el Mito de la Caverna de
Platón; es decir: lo que vemos es una simple ilusión, sombras de la verdadera
realidad que no advertimos por nuestras cadenas y cuando alguien se desprende
de ellas, se enceguece al no estar acostumbrado a la luz, que no tiene porqué
ser cómoda ni celestial, en tanto es incómoda porque si nuestros reflejos eran
grotescos, los son más aún revelados por el pincel del artista.
Wilson R. Castillo T.
CRÍTICO DE ARTE
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