lunes, 11 de enero de 2016

Patricia Soledad Tapia Magíster en Artes



Entre la realidad y la apariencia de la urbe de Emilio Seraquive
Bajo un discurso de contenido social que nos exhorta a la reflexión en torno al ser humano, debemos entender la propuesta  de Emilio Seraquive, quien desde hace algunos años viene buscando una identidad artística con el desarrollo de una serie de obras que abordan temas álgidos de la época actual: crisis, controversias, violencia,  contradicciones, inquietudes y principalmente problemas existenciales que involucran al ser humano de hoy, a aquel personaje que ante el dilema de encontrar respuestas al sentido de su existencia y su rol frente al mundo, ha dado pasos equívocos transformándolo en un ser cosificado, vacío, hipnotizado, incapaz de lograr una  armonía y equilibrio  social.
De la misma manera en que escritores como Eduardo Galeano en  su obra “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”, ponen el dedo en la llaga y retrata las lacras e injusticias sociales que ponen en evidencia el papel erróneo que ha asumido el ser humano en la sociedad actual, artistas contemporáneos realmente comprometidos como el caso de Emilio Seraquive han asumido una posición crítica frente a esta realidad que desde hace mucho tiempo ha dejado de ser individual y local para convertirse en una situación de carácter global, y lo ha hecho a través del dibujo y la pintura, de la línea y la mancha, de la ironía y el sarcasmo, del color y la forma, a fin de recrear escenarios  que resaltan por la saturación y el bullicio, por la congestión y la soledad, por el dinamismo compositivo y la variedad cromática, por el silencio y el vacío de un mundo real  no el aparente, si… de ese mundo donde habita el monstruo, el ser sin identidad que camina sin rumbo a un “Viaje sin retorno”  por entre la podredumbre, el caos  y la estridencia de una urbe de atmósfera gris y desolada, terreno fértil que abona una verdadera “Psicosis existencial” que logra apoderarse por completo del ser humano dejando fluir a aquel ser amorfo, grotesco, de dientes afilados que embiste y devora  todo cuanto encuentra a su paso generando una ambiente de pánico e incertidumbre,  donde los deseos de poder fisuran las relaciones de convivencia con “el otro”, donde el verdadero enemigo del hombre es el hombre mismo, su insatisfacción, su infelicidad…una desdicha que se visibiliza en la estridencia de los rojos, azules y grises crudos que rodean a ese personaje incógnito, al depredador que transita por “La vereda roja”, por entre las alcantarillas de la “Estación central” de una urbe imaginaria acompañado de la impotencia de no encontrar salida y sentido a su existencia.
Nos queda claro entonces que tras la explosión de color, el tratamiento expresivo de las formas, la agudeza de las manchas, no está solamente el deseo de experimentar  la técnica o el  material, sino la intención de cuestionar como artista problemáticas reales que afectan al hombre, a los millones de seres humanos que habitan en todas partes del mundo y que a diario experimentan situaciones críticas que derivan en una falta de significado de la vida, un vacío emocional, una pérdida de identidad, una falta de conciencia…
Reflexiones similares también las encontramos en propuestas dibujísticas de reciente creación en las que mediante un trazo fuerte y la intensidad del carbón graso Emilio da vida a figuras enmascaradas, desnudos agresivos, cuerpos desgarrados que forcejean en atmósferas de perturbación y violencia, entre “el embrujo” y la seducción, donde la codicia y la sinrazón litigan espacios de poder sin ningún tipo de miramientos ni contemplación.
Lo cierto es que la obra de Emilio Seraquive en todas sus variantes, lejos de apelar a la complacencia y encantamiento busca  sensibilizar  al espectador,  a mirar más allá de la simple percepción banal de las formas; nos conmina a reflexionar sobre situaciones que suceden a nuestro alrededor, nos exhorta a repensar sobre nuestra presencia y responsabilidad frente al mundo, sobre el caos y el horror que producen problemáticas que están frente a nosotros y, que aún hoy en pleno siglo XXI, no logran superarse.

Patricia Soledad Tapia
Magíster en Artes

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